Hoy es sábado por la mañana, y, como cada mañana, necesito un café bien cargado.
Así que, aquí me tienen ustedes, con un café en un vaso de papel –que sabe a
ceniza de tabaco negro- en un lado de la mesa y, en el otro, un cruasán más
seco que la suela de una babucha. Pero los fines de semana se hicieron para
holgazanear y no tengo intención de nadar contracorriente. Son tiempos duros
para las revoluciones sociales.
Hoy, ni voy a leer el periódico. Ha salido un poco el sol y no quiero que
me amarguen el día con noticias sobre corrupción, desfalcos, reducción de
derechos y salarios, o subidas de impuestos. Estoy cansada de estos bandarras
del Congreso que se están cargando, poco a poco, el Estado del Bienestar, que
ya casi parece nombre de te del Mercadona.
No voy a decir nada nuevo: que si en España nunca hubo una democracia real,
sino una oligarquía bipartidista que se va alternando en función del Capital y de los bancos, que
si la economía se está regenerando a base de eres –de los falsos y de los
verdaderos, que si a la infanta no la terminan de imputar ni de pedir cuentas porque,
a fin de cuentas, en España no somos iguales, que si la Justicia es lenta para
lo que conviene, que si la Sanidad y la Educación se están privatizando y aquí
paz y después gloria, que si los nini y los nono… abrir el periódico en internet
es como beber garrafón: acabas con dolor de cabeza y diarrea, y un mal sabor de
boca que te dura cuatro días.
Pero esto que estamos viviendo tan intensamente no nos ha llegado de la
noche a la mañana. Esto ha estado cociéndose durante décadas. No hay más que echar
un vistazo a la Educación.
Cada legislatura -es decir, lapso de tiempo en que los que gobiernan,
roban, y los que se sientan en frente, hacen la vista gorda, esperando su
turno, tiene al menos una reforma de sistema educativo. Yo ya me he perdido
entre tanta sigla. Logse, Loe, Lomce,
bachillerato de excelencia, la ESO, lo otro… total, treinta años mareando al
personal para rebajar el nivel de la Pública a un estado en que le sea imposible
competir con la privada.
Nos olvidamos de que la Educación es casi la única forma de asegurar la
igualdad de los ciudadanos, esto es, de asegurar que cada uno de nosotros tengamos
las mismas oportunidades y podamos elegir libremente nuestro camino en la vida
con independencia de nuestro origen, de nuestros ingresos y nuestro sexo. Claro
que, igual estamos volviendo a los tiempos de Maricastaña cuando el futuro de
uno era decidido por una fuerza sobrenatural llamada inmovilismo social, para
entendernos, “te quedas donde naciste y te jodes, y si te quejas, guantazo en la
boca”. Para serles franca, esto me gusta tanto como los lunes, o un estacazo en
la nuca.
Igual no son tan malos tiempos para la rebelión social. Yo nunca fui muy de
acción, pero ya va siendo tiempo de evolucionar. Ya saben el refrán, a la vejez, viruelas.
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