Monday, 18 November 2013

Los balones de Adidas

Si bien servidora tiene la costumbre de hablar de más, también la tiene de diculparse, cuando procede. Y esta noche, procede.

Hoy he regresado de practicar Reiki, y de recibirlo (porque esto de las energías funciona así, y ya lo decía Einstein, que no es invención mía); me he sentado en el sofa con un plato de lentejas buscando una película que ver  y de pronto me ha venido este pensamiento: ¿quién te iba a decir a ti, marisabidilla, cuando estabas en la universidad, con esa cabeza racional y progresista, que acabarías haciendo yoga, meditación y Reiki?

Y es que todo empezó en una clase de Filología Románica, una de esas asignaturas que se eligen por amor al la Filología, donde uno sabe que lo que va a aprender y a aprehender es únicamente para engordar el espíritu... y el expediente con los créditos. El primer día de clase, don Carlos va y nos dice algo así como que en su clase no íbamos a aprender nada útil, nada que os sirviera para ganar dinero (yo siempre sospeché que don Carlos veía el futuro), y acabó diciendo que la vida que conocíamos no era la mejor, que había vidas mejores y más interesantes. Y ahí entró en juego mi ignorancia, supina, y murmuré: "no, es mejor estar cosiendo balones para Adidas en África".

Durante años he creído que Europa era el centro del mundo mundial y parte del extranjero. Dónde, sino, podíamos encontrar las democracias más demócratas y modernas, los gobiernos más abiertos, los derechos sociales más protegidos, sin mencionar los derechos de los trabajadores... Dónde, sino, el acceso a la universidad era tan popular, la educación pública de tanta calidad y los medios de comunicación contaban las cosas casi casi tal como eran, que si no te lo creías, bastaba con cambiar de canal o de kiosko. Dónde, sino, teníamos acceso a toda la información y comodidades. Dónde se han llevado a cabo todas las revoluciones modernas que han marcado el paso de la Historia...

Unos años después de licenciarme, la universidad empezó, por fin, a pasar por mí: me dio por pesar que tal vez don Carlos no estuviera del todo equivocado. Fue un cambio progresivo, eso sí: primero me interesé por el Budismo (al que tuve acceso gracias a otra asignatura en la universidad, una de esas marías que sólo valen para rellenar huecos). Luego probé con el yoga, luego la meditación y, finalmente, el Reiki. Y según iba leyendo y practicando y conociendo a gente, me llegó el "despertar de la conciencia". Porque si bien siempre he tenido claro mi papel en la lucha por un mundo mejor, fue entonces que pensé que Occidente no debería ser el modelo a seguir por otros mundos espiritualmente más avanzados.

Aquí me encuentro, aprendiendo cosas nuevas cada día que me ayuden como maestra y persona a encontrar el equilibrio dentro de esta Europa loca que está en plena crisis económica, social y espiritual. Una Europa pagada de sí misma, egocéntrica, anclada en viejas rencillas de un pasado demasiado doloroso y, a la vez, rentable, una Europa deshererada de su trono intelectual y espiritual. Una Europa que parece demasiado vieja para querer reconocer sus propios errores y que parece hacerse migas como el pan congelado.

Estoy, afortunadamente, aprendiendo a coser balones.

Namaste.

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