Sunday, 9 November 2014

De los Pirineos para abajo.



Hablando con una amiga sobre el sentimiento nacionalista catalán, me decía que, aún sintiéndose catalana y  estando a favor de la independencia,  esto le parecía un circo, una cortina de humo montada para desviar la atención del verdadero problema: la crisis económica y la corrupción. Y esto es lo que parece: un circo montado para desviar el foco de atención de una crisis de valores y de sistema que podría acabar con el poder hegemónico de CIU en menos que canta un gallo. Parece que Más hubiera aprovechado la oportunidad que el descontento social le ha dado. Ha creado agitación y ha conseguido darle la vuelta a la tortilla de tal modo que parece que nadie en Cataluña se haya escandalizado con el caso Pujol, un señor que durante treinta años ha estado robando sistemáticamente a los catalanes. Y en vez de pedirle cuentas, señalan con el dedo a Madrid y dicen que quieren la independencia para que España deje de robarles.

¡Ay almas de cántaro! ¿Que aún no se han dado cuenta de que de los Pirineos hacia abajo todos están cortados por el mismo patrón y da igual en qué idioma hablen, qué coman o qué beban, que en cuanto ven un duro, roban seis pesetas?

En España hay dos grandes males endémicos: la corrupción y la ignorancia. Está en la idiosincrasia de los pueblos de este lado de los Pirineos. No hay más que hacer un poco de historia de la literatura para ver que, desde la Edad Media, el pícaro ha formado parte de una sociedad entre ignorante y adormecida –sí, me atrevo a decirlo, estancada en vendettas y rencillas de honor, de capas y duelos, donde siempre ha de haber un deshonrado que se autovictimiza y un listillo que se aprovecha de la situación.

España y sus pueblos, naciones o como quieran ustedes llamarlos, se han quedado en un limbo emocional y parecemos incapaces de salir de este círculo vicioso que, tras la guerra civil, se ha disparado sin control.

Con tanta necesidad de venganza, de separarnos de unos y de otros, de hacer distinciones entre bandos políticos, se nos ha olvidado que el poder del Estado emana del Pueblo. Habrá quien, con esto, esté descubriendo la cocacola. Y éste es el peor de los olvidos porque gracias a esta amnesia temporal –que dura ya unos años, los políticos en España se han acostumbrado a hacer lo que les da la gana sin tener que rendir cuentas a nadie.

Nos está robando hasta Perry. Cualquiera con un poco de picardía y sin ningún escrúpulo, se llenará los bolsillos de dinero público sin vergüenza ni decoro. Y lo que es peor: sin remordimiento, ni indicios de arrepentimiento y, por supuesto, sin intención de reinserción social. Porque, señores, estos que nos roban, sean del PP, del PSOE, de los sindicatos –que esos tienen más delito que los otros, porque su posición les suponía cierta moralidad y práctica ética, los Borbones, los banqueros y los constructores, señores, son delicuentes. Son pícaros que se han aprovechado de un poder que el Pueblo les ha dado, de una confianza que se han ganado a través de mentiras, de remover las heridas de un pasado más o menos cercano –ochenta años hace de la guerra civil, y cuarenta de la dictadura, ahí lo dejo, de culpar a los otros del desastre económico o simplemente de mirar a otro lado a sabiendas de lo que el uno o el otro estaban haciendo.

A mí no me cuenten historias de la guerra, ni me hablen de crisis heredadas, ni de derechos históricos, ni fueros, ni gaitas. A mí, como ciudadana española, me deben respuestas, primero, dónde está el dinero público, y segundo, cómo y por qué se ha permitido esto. Y quiero que la Justicia trate a todos por igual, que paguen sus delitos como todo hijo de vecino y que condene a aquellos a los que encuentre culpable, sean del color que sean. Quiero que la maquinaria del Estado funcione como un reloj suizo y limpie sus engranajes de corruptos y sinvergüenzas. Quiero, en definitiva, que, de una vez por todas, sea visible que el poder del Estado emana del Pueblo y no del Capital.

Quiero que dejemos de ser ese pueblo corrupto, nepotista, barroco y pícaro de los Pirineos para abajo.

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