Mañana hace un año que
te fuiste. Parece que fue ayer.
Parece que fue ayer
cuando el destino decidió que eras demasiado valiosa para pasear tu belleza por
la tierra, rodeada de simples mortales, insignificantes e indignos de tu
bondad, de tu pasión por la vida y de tu amor.
Parece que fue ayer
cuando planeábamos descubrir cafeterías ocultas en callejones oscuros, casi
como juderías, en esta ciudad, sucia, que te vio darlo todo por amor.
Parece que fue ayer
cuando te quedaste encerrada en la terraza, y te eché un rapapolvo. Ahora me
río con nostalgia. Lo que no te pasara a ti…
Parece que fue ayer cuando subía a verte y sabias que llegaba porque escuchabas las hebillas de mis de mis botas. Ya sabes que no me gustaban, pero las sigo llevando por ti.
Ha pasado un año,
Zagala, y no ha pasado un día sin que me despierte saludándote, sin que me vaya
a la cama dándote las buenas noches. No ha pasado un día sin que me acuerde de
ti, de nuestras historias, de las historias que me cuentan de ti, de tu risa y de tus besos.
Nunca entenderé qué
pasó, por qué te tuviste que ir, así, tan de golpe, con toda una vida por
delante, tan hermosa. Se nos quedó la vida incompleta, rota, sin posibilidad de
arreglarla más que con un pegamento que nos deja cicatriz y un continuo olor,
molesto y desagradable, a cosa artificial. No le encuentro el sentido, pero ya
no se lo busco.
A veces me pregunto: y
ahora, qué. Pues, Zagalica, no tengo la respuesta. Pero, hace un tiempo me hice
la promesa de que intentaría vivir mi vida tan plena como tú la viviste hasta
el último segundo. Porque eras feliz, estabas contenta y aunque fue injusto que
te marcharas así, tan de golpe, cuando las cosas empezaban a tomar sentido, yo
no tengo derecho a empañar tu memoria con mis lágrimas.
Ese es tu legado. El amor
por la vida, por la gente que nos rodea, por disfrutar cada segundo y cada
momento, porque nada permanece y tú lo sabías bien. Por eso todos te queríamos,
te queremos, porque estar contigo era estar junto a un ángel que nos hacía
sentir la vida en todos los sentidos, amar con cada poro de nuestra piel. Eso,
mi Zagala, es lo que me enseñaste, y eso, Zagalica mía, es lo que quiero poner
en práctica cada día de mi vida. Por mi, por los que quedaron y por ti. Para
que, cuando nos veas desde el cielo, sientas que tu labor en la Tierra tuvo
sentido y que hiciste que nuestras vidas fueran mejores, cuando estabas a
nuestro lado y siempre.
No. No hace un año que te fuiste. Nunca te fuiste porque sigues en nuestras vidas, en nuestros corazones. En nuestra esencia.
No comments:
Post a Comment